¿De qué sirve la erudición sin empatía? ¿Cuál es el papel actual del educador? ¿Por qué hubo épocas muy fértiles bajo condiciones adversas, y hay tiempos presentes en los que pese a la abundancia de recursos vivimos un bache cultural? ¿Hay una metodología propia del diseño? ¿Hay conocimiento en la forma? En este capítulo repasamos el valor del conocimiento y los procesos de aprendizaje, trasvase y preservación del saber individual y colectivo.

Con:

Antonio Sánchez. Subdirector de EASD Valencia.
Daniel Nebot. Diseñador gráfico.
Marisa Gallén. Diseñadora gráfica.
Manuel Lecuona. Catedrático en gestión del diseño.

Para Antonio Sánchez, el papel actual de un educador es el de guía: tutorizar el trabajo autónomo del alumno para que éste acceda y adquiera conocimiento. Manuel Lecuona distingue cuatro dimensiones en la educación: educar, formar, capacitar y especializar. Marisa Gallén nos recuerda que todos educamos y que en la educación de un niño participa toda la tribu. Los docentes, además de guiar, han de alimentar el espíritu con conocimientos técnicos y humanísticos. Se educa a largo plazo y -en su opinión- resulta descorazonador que los políticos no se interesen en cultivar nada que no puedan cosechar durante el periodo de su mandato. Según Daniel Nebot, el ejemplo es la forma más eficaz de educar. Y -señala- habría que revisar el modelo educativo actual, muy orientado a ser una fábrica tras las necesidades del mercado.

La cultura, para Lecuona, es un hecho social y político relacionado con la identidad. En los últimos treinta años la cultura local se ha sumergido en el olvido frente a la vorágine de la globalización, y para plantear alternativas de crecimiento futuro conviene recuperar la cultura del pasado. Para Nebot, la cultura es el devenir de la vida y sus frutos son la vida misma. En el ejercicio cultural no existen riesgos ni límites. Puedes hacer lo que creas que tienes que hacer, siempre desde el respeto a la propia naturaleza y al legado histórico.

Antonio Sánchez nos enseña con cuatro ejemplos cómo la forma puede llegar a ser conocimiento, y la manera en que un creador, a manera de catalizador, plasma en su obra una enorme cantidad de datos que ayudan a entender su momento histórico.

En cuanto a la profesión de diseñador, a través de los años -según Lecuona– hemos visto que el diseño aporta valores y abre canales que desde otras disciplinas no se han explorado. Sánchez apunta que cada diseñador puede aprender una metodología proyectual pero aplicarla de forma distinta. Con las mismas premisas, llegar a conclusiones distintas.

En el proceso de resolución de problemas -opina Gallén– el diseñador genera muchas ideas en poco tiempo. Si sus hipótesis no funcionan, desanda el camino y vuelve a empezar, buscando soluciones alternativas. Esta es la actitud de alguien que no se rinde fácilmente. Para Nebot no hay un hilo conductor homogéneo que distinga la actividad de los diseñadores. Eso sí, la clave fundamental es la duda. Vale más dudar que ser creativo.